Bienvenidos al fascinante mundo de los símbolos, donde la sabiduría ancestral nos susurra si estamos preparados para escuchar.
Abrirse a los símbolos es un proceso que lleva tiempo y, a medida que se va abriendo la intuición, tiene algo de magia también.
Para ponernos en contexto, tenemos que ver de dónde viene la astrología. Imaginaos, pongamos hace 6.000 años, a un pastor sumerio que, cada vez que ve una determinada imagen del cielo, sus animales se alteraban de una determinada forma. Imaginaos también la cantidad de tiempo que tenían para estar contemplando los ritmos de la naturaleza, y lo simbióticos que eran con ellos. E imaginaos a esa persona, totalmente conectada con la naturaleza que, confundida, va a preguntar a un sacerdote, persona de cultura, “señor, ¿por qué mis cabras se alteran con la tercera luna llena del año?”.
También podría preguntar “señor, ¿por qué mis tierras son más pródigas en cebollas cuando siembro con la luna menguante, pero sin embargo, me salen menos lechugas?”
Todas esas preguntas son las que generaron interés por el sol, la luna, y la influencia de los demás ciclos planetarios en el día a día. Algo que determina de tal manera la vida de las personas, su sustento, tenía que someterse a un análisis más exhaustivo.
Para dar respuestas a estas cuestiones, nace la astronomía/astrología, que era una misma disciplina. Y para poder calcular esos ciclos tan complejos, se vieron en la necesidad de desarrollar las matemáticas.
Los símbolos astrológicos nacen de la observación, durante miles de años, y de la asociación de ciertas condiciones en el cielo reflejadas en ciertas condiciones en la tierra. Condiciones que se observaron, se contrastaron, se escribieron, se transmitieron de una cultura a otra y se volvieron a contrastar. Partimos de los sumerios (los primeros que dejaron constancia en tablillas de arcilla), pasando por los caldeos, babilonios, los egipcios, los griegos, los romanos, los árabes hasta llegar a nosotros. Y seguro que me dejo alguna por el camino.
Es decir, Júpiter, antes de ser Júpiter, fue Zeus. Y antes fue Horus. Y antes, Marduk. Y antes Baal. El arquetipo se crea, y a medida que cambia el nombre, evoluciona, manteniendo su esencia.
Dentro del lenguaje simbólico, no se habla literalmente, sino que se habla de arquetipos. ¿Qué es un arquetipo? Un arquetipo no es algo real, sino que es un grupo de características que representan una idea: el héroe, el rey, la madre, la belleza, el honor…
En la astrología, se utilizan arquetipos astrológicos, que dan cuerpo a las ideas abstractas de las que partimos. Así, se asocia a Venus con la belleza y la armonía, a Marte con el conflicto, y a Saturno con el tiempo, por citar solo algunos.
Para entender esta compleja forma de expresarnos, nos tenemos que poner en el contexto en el que surgieron los símbolos, dónde y cuándo, y qué papel representan en el todo.
Pongamos un símil. Si nosotros escuchamos en inglés “he is pulling my leg”, pensaríamos que alguien nos está tirando de la pierna. Nada más lejos de la realidad. Solamente cuando nos situamos en el idioma inglés, y en los dichos que tienen, entenderíamos que “él nos está tomando el pelo”. No se puede traducir literalmente. Tendríamos que irnos a la sociedad inglesa en una época determinada para saber en qué contexto se creó esa expresión. Lo mismo pasa con los símbolos.
Tomando el ejemplo de Júpiter, tenemos que fue el dios supremo. Como tal, Júpiter ostenta las cualidades de grandeza, poder, justicia y conocimiento.
Por tanto, una persona que tenga un Júpiter fuerte en su tema natal, podrá desarrollar de forma natural estas capacidades, o su total ausencia. Es decir, puede ser una persona generosa, justa, y sabia. Por otra parte, si ese Júpiter estuviera muy mal aspectado, podría encarnar justo las características totalmente contrarias a ellas: la persona podría ser corrupta, avara, y necia.
Esto que acabo de decir igual os ha roto un poco los esquemas. Digamos que cada cualidad se mide en un eje tenencia/ausencia. Ya veremos más sobre esto cuando hablemos de los signos y arquetipos planetarios en profundidad.
Pero una persona no tiene sólo a Júpiter, sino que tiene a Jupiter, Venus, Saturno, sol, hasta completar todos los planetas, más signos del zodiaco, más otros elementos…. Así, vamos sumando cualidades arquetípicas hasta llegar al resultado único que es el individuo.
Hay que familiarizarse con el lenguaje arquetípico, dejar que nos penetre, que nos cale, y poco a poco iremos fluyendo con él. Es un lenguaje que está vivo y en perpetuo cambio, recogiendo las ideas de la humanidad.
Para entender bien cada concepto, os recomiendo que hagáis una reflexión. Por ejemplo, tomamos un objeto: una mesa. La mesa es rígida, porque si fuera blanda, las cosas se caerían. Esta cualidad está representada por Saturno. Esta mesa en concreto está en el salón, toma un lugar privilegiado, y es bonita.
En este caso, estaría representando los elementos de venus (estéticamente agradable) y sol (estar en un lugar llamativo del salón). Si fuera una mesa donde la familia se reúne a comer y estuviera en la cocina, representaría los elementos de luna: la familia, el alimento.
Esto se puede aplicar a todo. Poco a poco iremos viendo que en algunos casos hay un elemento que predomina y otros que son secundarios. Pongamos más ejemplos. Si hablamos de internet, aunaría las cualidades de Urano (inmediatez, rapidez) y Mercurio (comunicación).
O un coche: la fuerza del motor y el metal del que está hecho nos recuerdan a Marte, así como la velocidad, y tiene el toque de Mercurio en que generalmente lo usamos para hacer viajes cortos. Si añadimos más características, por ejemplo, que sea un coche de lujo, nos recordaría a Júpiter. Si fuera un coche viejo pero seguro, nos evocaría los valores de Saturno. Jugando con las características de cada arquetipo, podemos ir interiorizándolas mejor.
Os recomiendo hacer un listado por planetas y por signos para recoger y ordenar todas las ideas.